miércoles, 4 de abril de 2012

As Fragas do Eume



Definir lo que siento después de ver como se quemaba "el paraíso", o si queréis "uno de mis paraísos, es: desolación, impotencia, rabia. Por desgracia ya en agosto del 2006 viví muy de cerca aquella ola de incendios que asoló Galicia. Mi casa se salvó gracias a la intervención de personas que de manera solidaria organizaron cadenas para transportar agua, cortaron los árboles que llegaban mismo hasta nuestra finca...., fue terrible, y al mismo tiempo impresionante, sentir el apoyo de tantas personas, muchas de ellas, con las que apenas habíamos hablado antes.




Para las que no conocierais As Fragas, creo que la explicación de Alberto López Teixido Biólogo e investigador en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid y estudioso sobre el estado de conservación de las Fragas do Eume, os dará una imagen de lo que era, y la inmensidad de la tragedia.

El término “fraga”, en el lenguaje popular gallego, hace referencia a los denominados bosques atlánticos europeos: bosques mixtos de frondosas dominados por robles, castaños, abedules y avellanos, en mescolanza con otras especies perennifolias como el laurel, el acebo o el tejo. El conjunto de laderas y montes que acompaña al río Eume a su paso por la provincia de A Coruña aún conforma, desde tiempos inmemoriales, una fraga única, considerada como la mayor y mejor representación de los bosques atlánticos en toda Europa. Un total de 9.125 hectáreas entre las que se incluyen paisajes mágicos y emplazamientos de leyenda, que conforman el Parque Natural Fragas do Eume, el último bosque atlántico.

Sobre este espacio protegido se han dado las condiciones favorables para el desarrollo de una vegetación densa y tupida donde aún se conservan algunas especies de gran importancia biogeográfica. Los dos factores principales han sido la estabilidad del clima atlántico, húmedo y suave, y la influencia del relieve, que ha dado lugar a frondosas laderas, esplendorosos hábitats ribereños y a impenetrables valles encajonados. Esto es lo que ha permitido la existencia de la cubierta vegetal propia y única de las Fragas, actuando como uno de los más importantes refugios de la flora del litoral atlántico. Místicas “carballeiras” o robledales de cuento esconden entre su esplendor ciertas sorpresas, como algunas especies mediterráneas que encontraron resguardo durante las glaciaciones en el cálido cañón costero del Eume, así como a una importante biodiversidad faunística y a una enorme riqueza de herbáceas, musgos y líquenes.

Pero el gran secreto de las Fragas se guarda en los márgenes de los cursos del agua, los bosques de ribera. Majestuosas alisedas a lo largo del río Eume y enigmáticas avellanedas entre los lechos más abruptos conservan ecosistemas de incalculable valor natural con un alto número de especies amenazadas de muy escasa distribución, como la salamandra rabilarga y el desmán ibérico, catalogados a nivel mundial en la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza) debido a su vulnerabilidad, o algunos helechos únicos altamente sensibles a la alteración de su hábitat, joyas botánicas y reliquias de tiempos milenarios, registrados en la Directiva de Hábitats de 1992 de la Unión Europea.

Lamentablemente, el impacto de las actividades humanas ha mermado en gran parte la extensión de estos bosques, amenazando la viabilidad de algunas de las especies de mayor singularidad biológica. En este sentido, la fragmentación ha sido muy intensa debido a la alta densidad de población humana del entorno y la fuerte presión que ha ejercido sobre estos hábitats. Además, el minifundismo ha favorecido un uso muy heterogéneo del suelo. A partir de la segunda mitad del siglo XX, se introdujo la plantación de eucalipto a gran escala para la producción de papel, modificando y fragmentando los hábitats naturales aún con más intensidad.

El bosque autóctono de las Fragas do Eume ha perdido hasta un 20% de su superficie en las últimas décadas y ha sufrido cambios sustanciales en su configuración espacial, con un incremento de la fragmentación. Los impactos que han contribuido a estos cambios son varios, pero por encima de todos destaca la progresiva expansión de las plantaciones de eucalipto, que han triplicado su extensión desde los años 50. En la actualidad, el bosque autóctono cubre unas 2.600 hectáreas, frente a las más de 1.800 de eucalipto. La expansión de esta especie, junto a la construcción de un gran embalse, también ha tenido una importante repercusión en el bosque de ribera. Este tipo particular de hábitat se ha reducido un 34%, de 142 a 94 km de cauce. Las plantaciones de eucalipto contribuyeron además a la fragmentación del bosque de ribera al aumentar la distancia entre tramos ribereños con bosque.

Aunque la declaración del parque natural ha frenado este proceso, no ha servido para detener nuevas amenazas, como la colocación de una línea de nueva tensión a través de la zona protegida, la apertura de una mina a cielo abierto de andalucita a pocos metros de sus límites y, ahora, un trágico incendio que ha calcinado zonas de altísimo valor medioambiental. Aunque todavía es pronto para hacer valoraciones sobre los impactos, las Fragas se enfrentan a un futuro incierto. Resulta obvio que las 370 hectáreas de bosque autóctono quemadas se han perdido y tardarán en recuperarse y existe riesgo de que el eucalipto siga extendiéndose. En el mejor de los escenarios posible, el daño es considerable. La evaluación real de los daños dependerá de las zonas dañadas y de su grado de afección. Si el fuego ha entrado en los valles mejor conservados hablaremos de una catástrofe ecológica de dimensiones incalculables.

Controlado el fuego, los esfuerzos conservacionistas deberían centrarse en retirar las cenizas antes de que caigan lluvias intensas, ya que buena parte de los suelos quemados irían a parar al Eume y sus afluentes, contaminando estos primero y la ría de Pontedeume después, con resultados fatales para la flora y fauna marinas. Asimismo la retirada del horizonte orgánico del suelo podría ser un problema para la reforestación de las zonas más dañadas. Las lluvias de poca intensidad facilitarían sin embargo el desarrollo de helechos y de otras plantas de crecimiento rápido. Nos enfrentamos así a la paradoja de las precipitaciones, tan extraordinariamente escasas en Galicia en los últimos meses, lo que ha favorecido la expansión del fuego, pero tan potencialmente nocivas en los próximos días. Los gallegos, una vez más, volveremos a mirar al cielo, porque los paisajes de colores cambiantes y sus emporios de biodiversidad, reliquias del pasado, se enfrenten a escenarios de futuro incierto.



6 comentarios:

  1. Cuánto daño hecho a la naturaleza y, por lo tanto, a nosotros mismos. Una verdadera lástima!!!

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  2. Es una verdadera pena que alguna gentuza no tenga otra cosa que hacer que quemar nuestros bosques ...

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  3. Si, y que las autoridades "incompetentes", reduzcan drásticamente el presupuesto en prevención y vigilancia, y que no sean más duras las penas para los pirómanos.
    Una pena...

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  4. Carmen, tu entrada me ha llegado al alma. Adoro Galicia y entiendo tu sentimiento que, por cierto, has plasmado tan poderosamente en tu art Journal. Y es que, para eso sirven, para expresar lo que llevamos dentro, aunque a veces sea menos bueno de lo que deseáramos.
    Por cierto, gracias por tu comentario. Nos vemos por la blogfera!!

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    1. Gracias Marta, me gusta saber que estás por aquí. Un beso.

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